Por: Edgar Meritano
Hace poco me
encontraba, como siempre, platicando de cine con unos amigos y mencioné la
película Abraham Lincoln Vampire Hunter de
éste año; la halagué mucho como producto fílmico y mis amigos me observaron
impávidos sin saber si estaba hablando en serio o no. Cuando estaban al
filo de las carcajadas, o de preguntarme si hablaba seriamente, reafirmé mi
comentario.
Nuestro amable lector
se preguntará si hablo en serio y procedo a explicarme; justo éstas dos
películas, Abraham Lincoln Vampire Hunter
y su contraparte Lincoln, invitan a
la reflexión sobre qué es considerado una buena película. La discusión puede
ser incluso personal porque involucra un juicio de valor, muchas veces permeado
por el gusto, y no por un análisis crítico al ser expuestos a una película.
Puede ser una gran película pero, si no me gustan los musicales,
automáticamente la descarto; como implica Laurent Jullier en su libro ¿Qué es una buena película?. Esta
discusión, además, se encuentra permeada por aquellos a quienes consideramos
una autoridad en este aspecto: “como le gustó a mi amigo que ve mucho cine, la
peli debe ser buena”, “como el crítico de cine de tal publicación le da sus
estrellas, entonces es una gran película”; así establecemos nuestro sistema de
valores al respecto.
El hecho es que al comparar Abraham Lincoln Vampire Hunter con su contraparte, solemne y monolítica, dirigida por Steven Spielberg, sin duda alguna me quedo con la versión vampirica, y éste no es un juicio de valor somero, sino parte de un análisis fílmico: este análisis fílmico surge de la idea primaria del cine como industria y su intención inequívoca de entretener. Entro a la sala a ver Lincoln, este emblemático personaje de la historia estadounidense quien, cual Miguel Hidalgo, aboliera la esclavitud en su país y tuviera sobre sus hombros la responsabilidad de la guerra separatista que, literalmente, destruía su nación. El tratamiento, primeramente serio y respetuoso por parte de Spielberg, se va desvaneciendo en torno a una aburrida discusión política digna de la parodia de Los Simpson a Star Wars: Episodio I -cuando Palpatine pasa 30 minutos pasando lista en el congreso galáctico-. El tratamiento visual con el que Lincoln se encuentra enunciado, en pos de generar un respeto visual por el gran libertador del norte, va de lo solemne a lo aburrido y sin sentido, enmarcado en una guerra civil que sin duda alguna podría ser de las circunstancias más cinematográficas que pueda imaginar (y que la verdad estaba esperando). Me topo ante un pase de lista en el congreso de Estados Unidos y ante un lenguaje cinematográfico que pretende ser muy respetuoso y que da al traste con cualquier dejo de interés y drama; el mismo director que nos dejara un nudo en la garganta con un sólo movimiento de cámara y un toque de color en Schindler’s List, en este caso nos deja con un mal sabor de boca de una verborrea política. Tanto respeto por la figura de Lincoln que termina faltándole al respeto.
El contraste llega al perderle
los prejuicios al título de Abraham
Lincoln Vampire Hunter (uno sabe qué esperar al entrar al cine a ver una
película que se llama así), sin embargo, con lo que me encuentro es con una
película sincera, que no pretende ninguna otra cosa más que tomar la figura
histórica y ponerla en una circunstancia inverosímil, con todas las
posibilidades digitales a las que el cine tiene acceso en éste presente; una
película dinámica, que no está sesgada por un dejo de respeto o solemnidad y
que va encajando las circunstancias, claramente ficcionales, en el marco de la
historia de manera ágil y divertida, con grandes secuencias de acción y que
mantiene al público aventurero emocionado a lo largo de todo el filme. Todo
ésto cumpliendo con la virtud ulterior del cine como espectáculo y que deja un
gran sabor de boca al ver el nivel de elocuencia fílmica de una película de la
que no esperaba absolutamente nada, excepto que los vampiros no brillaran con
el sol (y no brillan). Por supuesto que esta película no estará considerada
para ninguno de los premios que por estas épocas se entregan, no obstante, me
atrevo a decir que como producto fílmico, historia y espectáculo, Abraham Lincoln Vampire Hunter es mucho
mejor película y mucho más evolucionada en todo aspecto que su contraparte
seria, Lincoln. Me gustaría incluso
que en nuestro país se perdiera esta circunstancia monolítica sobre nuestros
héroes y que surgiera una obra de ficción parecida, digamos tal vez Miguel Hidalgo Cazador de Vampiros o Morelos Cazador de Hombres Lobo, en
lugar de los bodrios históricos, aburridos y sin ningún encanto fílmico que los
últimos años bicentenarios nos han dejado.
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