Por: Victoria Martínez
La
Celebración (1998),
It´s All About Love (2003), Submarino (2010) y La Caza (2012). Mis acercamientos con Thomas Vinterberg (Dinamarca,
1969) de los cuales he aprendido a entender circunstancias que hacen explotar
el presente de las personas. Las sombras como lastres que cargamos y se
conjugan en fenómenos sociales donde lo bueno y lo malo, el blanco y el negro,
el ying-yang prevalecen como lección vital.
En tertulia de dos, se preguntó sobre la
percepción de la violencia humana. Los puntos de vista más que esclarecedores
dieron pie a reflexiones que aquí arrojaré con el fin de desmoleculizar a la La Caza.
En cierto modo, aceptando los postulados darwinenses, la evolución dotó a la
especie humana de especial motricidad al ser bípedo y además –lo que ha traído
los más grandes descubrimientos y las más grandes destrucciones- pensamiento.
Como seres pensantes se edificaron civilizaciones dotados de cultura, lenguaje
y, sabia y ambiguamente, leyes. La convivencia social con bases en la
legislatura es una de las claves para toda sociedad; dado esto puede que el
hombre confronte con violencia por no tener un depredador natural, un
depredador como lo sería un león para el antílope o el águila a la serpiente.
Sobrevivimos conforme convivimos, mas no conforme “cazamos” en el sentido
estricto de la acción, por que ello nos llevaría a la destrucción y
exterminación de la propia especie.
Sin embargo, autodebatiéndome, la humanidad
provista de lados bondadosos como de
lados oscuros, puede que sea mala por naturaleza y eso puede verse claramente
en el comportamiento infantil. Hacer el mal por el mal. En entrevista con El
País –artículo compartido por una colega-neurona-, el director alemán Michael Haneke
habló sobre esta perspectiva: “Claro que existe el mal. Se puede ver desde el
punto de vista católico, pero también sin ideología. Todo ser humano sabe
cuándo lo practica, pero cada acto violento es fruto de una herida. Nadie por
sí mismo quiere dañar a nadie. Solo los niños, cuando se pelean por cuestiones
egoístas. Mire, para existir en una comunidad son necesarias reglas. Y el deber
básico del ser humano consiste en reducir sus egoísmos para existir en esa comunidad.
No hace falta ser muy inteligente para entenderlo. La ley es necesaria porque
limita nuestro egoísmo, aunque no quiere decir que la que tenemos sirva para
mantener el bien y eliminar el mal.”
Ante la acusación verbal de Klara (Annika
Wedderkopp) hacia su profesor Lucas (Mads Mikkelsen) por abuso sexual, se
desata para éste último un infierno en su convivencia diaria con su comunidad.
Aquellos quienes lo apoyaban ante un difícil divorcio y la separación física de
su hijo, ahora lo perciben como un inimaginable pervertido que debería ser
exiliado de por vida.
Protagonista como presunto culpable de un grave
delito, La Caza plantea
justamente la necesidad de juicio casi subjetivo más allá de la ley racional
que nos reglamenta y refiere Haneke. Plantea también, la cuestión de la duda
sobre la premisa de “los niños siempre dicen la verdad”. Visiblemente Klara,
como ser inocente no tiene conocimiento de lo que su mentira desembocaría en la
vida de Lucas, su maestro favorito y el mejor amigo de su papá. Ante esta
cuestión, se puede pensar a la violencia como forma de aquella maldad que llega
a niveles mucho más recónditos de los ya conocidos para manifestarse: la
palabra es acción y cuando la palabra es una mentira donde se involucra a una
persona inocente por causas desconocidas, se accionan sentimientos colectivos
llenos de odios y egoísmo donde señalar y humillar al (presunto) culpable se
vuelve un acto de justicia y cumplimiento de la mencionada ley humana.
La justicia, sin haberlo encontrado culpable y
con el apoyo e incondicional credibilidad de su hijo y otro pariente cercano
–la justicia subjetiva-, Lucas vive una serie de circunstancias que no sólo lo
despojan de su convivencia antes fraterna, sino de su cordialidad y que,
aplaudo a Vinterberg por ello, al contrario de debilitarlo lo refuerzan como
ser digno que premura volver a serlo, mostrándose con enojo y exigiendo a la
comunidad despojarse de ese lastre pedófilo del que Karla lo señaló. Para
aterrizar este rasgo invito a recordar y a poner atención en la actuación
entrañable de Mikkelsen cuando se manifiesta en la iglesia durante la Noche de
Navidad, derrotado y desolado física y emocionalmente, reta a su mejor amigo,
el papá de Karla, a creer su inocencia. Ahí, explotando convence y desencadena
arrepentimiento y veracidad no sólo hacia su amigo, sino hacia la comunidad
entera.
Cabe destacar, que el discurso visual se
entrelaza con el ciclo de crisis circunstancial de nuestro protagonista, el
director danés pone a las estaciones de otoño e invierno como actores
secundarios. En Noviembre, así como las hojas secas que caen, Lucas también
cae; en Diciembre, así como Lucas se encuentra completamente solo y derrotado,
los paisajes nórdicos yacen de igual forma –esta parte, como espectadora me resultó
asfixiante-. A la resolución del conflicto, en el desenlace, se nos muestran
panoramas donde colores cálidos se asoman junto con el Sol y las caras
conocidas de la comunidad y los protagonistas son pacíficas y cordiales.
Con La
Caza (y en general por su filmografía con o sin Dogma 95), personalmente
veo a un director joven que se está posicionando como un hechor de perspectivas
que denotan tópicos concernientes a sus espectadores. Cine que muestra
ficciones basadas en hechos, ideologías y fenómenos reales a nivel sociedad,
sin dotar a sus protagonistas de rasgos característicos que los hagan
acreedores de ese papel dentro de la trama narrada, si bien Karla podría verse
como una niña del maíz, mala y maldita, pero no, es simplemente un niña sin
conocimiento de las consecuencias de sus actos, así como Lucas es un hombre que
busca la superación de difíciles situaciones y a la postre le llega una que va
más allá de su control. Y los demás, la comunidad, quienes tal vez no saben
bien que aprender de la situación y sobre todo no poder ver a ese hombre como
antes lo veían.
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