miércoles, 30 de enero de 2013

Post Tenebras Lux (Carlos Reygadas)




¿También les pasó? Tardé dos días y media noche en quitarme de la cabeza y de los sueños la razón de ese diablo rojo de lotería. La realidad onírica y cíclica de Carlos Reygadas hizo efecto. Fue gracias a ese Diablo, que regresé a mi infancia donde veía gemelas al estilo El Resplandor (Kubrick, 1980) y vírgenes paradas en el marco de mi cuarto, mirándome a mí y a mi contemplación silenciosa. Sexto sentido –o miedo del que te deja inmóvil- se le llama y dicen que todos contamos con uno cuando niños, conforme crecemos se nos difumina hasta desaparecer. El bien y el mal, se le llama y dicen que es el uso y desuso constante de la razón que el humano, visto como un animal pensante, requiere para identificar y definir actos propios o ajenos.


Con este comportamiento, entre la sorpresa infantil disimulada y un (des) entendimiento racional metafísico, vi Post Tenebras Lux. Afortunadamente, como reza el título, después de un abismo oscuro al que caes cuando tienes –mejor dicho, te das- la oportunidad de vislumbrar una obra reygadezca, llega la luz; llega el entendimiento y comprendes en un instante santo lo que te llevaría comprender en un seminario pontificio de Teología. Y tanto más allá de comprender, agradeces no ser el único ser que siente pasar su vida bajo una visión de lentes al azar, una doble imagen, una especie de biselado en alta definición.


Carlos Reygadas nos ofrece un cine comercial atípico, muchas veces, coincido superfluamente, pretencioso y dogmático. Pero no quiero ser como la prensa y público que lo abucheó y/o vanaglorió el año pasado en Cannes. No tengo prisa, no llevo 10 horas sentada viendo una tras otra película, me gusta ver cine para pensar y, por último, reconozco la irracionalidad de los sentimientos, sueños, conciencias y futuros que parecen presentes porque son extraños y están bien vivos –al menos en las películas-. Con esto reconocido, aquí dos enseñanzas vitales que nos lega el acto individual del director mexicano.


Juan (Adolfo Jiménez), Natalia (Nathalia Acevedo) y sus dos hijos (hijos de Reygadas, Eleazar y Ruth) conforman una familia urbana pudiente que vive en el campo mexicano, conviven y dan trabajo a familias de un nivel socioeconómico mucho más bajo, personajes que ven la vida y el mundo de otra manera. Gracias a ello, la familia protagonista goza y sufre experiencias que pueden permitirse mientras se trata torpemente de complementarse cuando en realidad, sólo conviven para competir y eliminar un mundo y otro. Del México opulento, limpio, materialista, güero…, al México marginal, folclórico y disfuncional.

Reygadas aprovecha el planteamiento de estos personajes, destacando la naturaleza de sus actuaciones, para seguir mostrándonos su ventana –alma, sueños e ideología- interna. Las travesías y visiones oníricas (en la playa, en el campo, en el sauna y en la fiesta) de la joven pareja y quienes los rodean son ciclos de esperanza y oscuridad. De blancura y percudido. Constantemente la vida se estructura como un ciclo de lavado en el que estamos bien metidos y sólo nos damos cuenta de facto cuando la satisfacción e insatisfacción, la crisis o el levantamiento espiritual se siente a nivel masivo, a nivel país. Eso por una parte.

Por otra:

“Yo pienso que el común denominador en el universo no es la armonía, si no el caos, la hostilidad y la muerte (…) Y mientras miramos a los animales llenos de alegría, en su gracia y su ferocidad, un pensamiento se torna cada vez más nítido: no se trata de mirar la vida salvaje, sino de mirarnos a nosotros mismos, a nuestra naturaleza.”- Werner Herzog en Grizzly Man (2005)

Siguiendo en la línea de interpretar Post Tenebras Lux a partir de lo sentido, no pestañeé durante la proyección. Esas imágenes extrasensoriales y la naturaleza del comportamiento humano de los personajes tiraban toda democratización de la fama y el sentido heroico al que estamos cinematográficamente acostumbrados. Lo que hay en ese celuloide no es más que la terrorífica y maravillosa naturaleza de todo. La manada de perros, los caballos, la tormenta, el cielo tronando, el inefable e inevitable atardecer en la playa, la drogadicción y alcoholismo de los dones y chavos del pueblo, la ambición culera de El Siete, la pérdida de la inocencia y el comienzo de la lucha en la vida con vida durante el juego de rugby adolescente. Incluso la narrativa y guión son espontáneos, al grado de tener cortes abruptos, sucios, buñuelescos, dicen por ahí; el soundtrack es el sonido de cada una de estas imágenes. Lo creo cierto: la naturaleza, con sus leyes es terrible. Los humanos también somos increíbles, pero también somos nefastos. Un sitio contradictorio, pero fantástico. Este argumento, es, dentro de mi realidad, el más arrebatador de Post Tenebras Lux.


A Reygadas, tal vez, le guste mirarse en su espejo favorito, nosotros. Realistas, salvajes y vivenciales, volamos circulares por los aires. Sus películas están llenas de eso, de quién es él, de lo que piensa, teme y desea, y encima de todo se siente con la obligación de mostrarse bajo títulos surrealistas y tramas opacas que, aceptémoslo, no son accesibles a lo masivo por más que puedan llamar la atención. Y así como muchos artistas populares contemporáneos, el director mexicano ya no puede pasar desapercibido después de su polémica -semi biográfica- obra. Si a usted le resulta exasperante y mamona la hechura de Reygadas, felicito que al menos no se mantenga indiferente ante esta visión tarkovskiana a la mexicana. Leí que el Satanás presentado en esta película es análogo al Dios de El Árbol de la Vida (2011) de Terrence Malick, honestamente le he dado 3 oportunidades a ésta última sin tener éxito, siempre me duermo. Si alguien la ha terminado de ver y a su vez tuvo éxito con Post Tenebras Lux, arme y comparta su comparativo. Mientras tanto, invito a sentir y metamorfosearse entre lucidez y tinieblas.





2 comentarios:

  1. Nada, nadita que ver con Buñuel, menos con el surrealismo.

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  2. Me imagino que lo compararon -por que no fui la primera en decirlo, de ahí el "dicen por ahí"- desde la perspectiva del significado de las imágenes cinematográficas, es decir, imágenes reales con discurso onírico por el manejo de la cámara y ciertos símbolos como el diablo. Más no desde la perspectiva de la escuela o dogma de los pioneros y reales surrealistas. No es una influencia, sino una analogía. ¿Cómo ves?

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