Por: Victoria Martínez
¿También les pasó?
Tardé dos días y media noche en quitarme de la cabeza y de los sueños la razón
de ese diablo rojo de lotería. La realidad onírica y cíclica de Carlos Reygadas
hizo efecto. Fue gracias a ese Diablo, que regresé a mi infancia donde veía
gemelas al estilo El Resplandor (Kubrick, 1980) y vírgenes paradas en el marco
de mi cuarto, mirándome a mí y a mi contemplación silenciosa. Sexto sentido –o
miedo del que te deja inmóvil- se le llama y dicen que todos contamos con uno
cuando niños, conforme crecemos se nos difumina hasta desaparecer. El bien y el
mal, se le llama y dicen que es el uso y desuso constante de la razón que el
humano, visto como un animal pensante, requiere para identificar y definir actos
propios o ajenos.
Con este
comportamiento, entre la sorpresa infantil disimulada y un (des) entendimiento racional
metafísico, vi Post Tenebras Lux. Afortunadamente, como reza el título, después
de un abismo oscuro al que caes cuando tienes –mejor dicho, te das- la
oportunidad de vislumbrar una obra
reygadezca, llega la luz; llega el entendimiento y comprendes en un
instante santo lo que te llevaría comprender en un seminario pontificio de
Teología. Y tanto más allá de comprender, agradeces no ser el único ser que
siente pasar su vida bajo una visión de lentes al azar, una doble imagen, una
especie de biselado en alta definición.
Carlos Reygadas
nos ofrece un cine comercial atípico, muchas veces, coincido superfluamente,
pretencioso y dogmático. Pero no quiero ser como la prensa y público que lo
abucheó y/o vanaglorió el año pasado en Cannes. No tengo prisa, no llevo 10
horas sentada viendo una tras otra película, me gusta ver cine para pensar y,
por último, reconozco la irracionalidad de los sentimientos, sueños,
conciencias y futuros que parecen presentes porque son extraños y están bien
vivos –al menos en las películas-. Con esto reconocido, aquí dos enseñanzas
vitales que nos lega el acto individual del director mexicano.
Juan (Adolfo
Jiménez), Natalia (Nathalia Acevedo) y sus dos hijos (hijos de Reygadas,
Eleazar y Ruth) conforman una familia urbana pudiente que vive en el campo mexicano,
conviven y dan trabajo a familias de un nivel socioeconómico mucho más bajo,
personajes que ven la vida y el mundo de otra manera. Gracias a ello, la
familia protagonista goza y sufre experiencias que pueden permitirse mientras
se trata torpemente de complementarse cuando en realidad, sólo conviven para competir
y eliminar un mundo y otro. Del México opulento, limpio, materialista, güero…,
al México marginal, folclórico y disfuncional.
Reygadas aprovecha
el planteamiento de estos personajes, destacando la naturaleza de sus
actuaciones, para seguir mostrándonos su ventana –alma, sueños e ideología-
interna. Las travesías y visiones oníricas (en la playa, en el campo, en el
sauna y en la fiesta) de la joven pareja y quienes los rodean son ciclos de
esperanza y oscuridad. De blancura y percudido. Constantemente la vida se
estructura como un ciclo de lavado en el que estamos bien metidos y sólo nos
damos cuenta de facto cuando la
satisfacción e insatisfacción, la crisis o el levantamiento espiritual se
siente a nivel masivo, a nivel país. Eso por una parte.
Por otra:
“Yo pienso que el común
denominador en el universo no es la armonía, si no el caos, la hostilidad y la
muerte (…) Y mientras miramos a los animales llenos de alegría, en su gracia y
su ferocidad, un pensamiento se torna cada vez más nítido: no se trata de mirar
la vida salvaje, sino de mirarnos a nosotros mismos, a nuestra naturaleza.”- Werner Herzog en
Grizzly Man (2005)
Siguiendo en la
línea de interpretar Post Tenebras Lux a partir de lo sentido, no pestañeé
durante la proyección. Esas imágenes extrasensoriales y la naturaleza del
comportamiento humano de los personajes tiraban toda democratización de la fama
y el sentido heroico al que estamos cinematográficamente acostumbrados. Lo que
hay en ese celuloide no es más que la terrorífica y maravillosa naturaleza de
todo. La manada de perros, los caballos, la tormenta, el cielo tronando, el
inefable e inevitable atardecer en la playa, la drogadicción y alcoholismo de
los dones y chavos del pueblo, la ambición culera de El Siete, la pérdida de la
inocencia y el comienzo de la lucha en la vida con vida durante el juego de
rugby adolescente. Incluso la narrativa y guión son espontáneos, al grado de
tener cortes abruptos, sucios, buñuelescos,
dicen por ahí; el soundtrack es el
sonido de cada una de estas imágenes. Lo creo cierto: la naturaleza, con sus
leyes es terrible. Los humanos también somos increíbles, pero también somos
nefastos. Un sitio contradictorio, pero fantástico. Este argumento, es, dentro
de mi realidad, el más arrebatador de Post Tenebras Lux.
A Reygadas, tal
vez, le guste mirarse en su espejo favorito, nosotros. Realistas, salvajes y
vivenciales, volamos circulares por los aires. Sus películas están llenas de
eso, de quién es él, de lo que piensa, teme y desea, y encima de todo se siente
con la obligación de mostrarse bajo títulos surrealistas y tramas opacas que,
aceptémoslo, no son accesibles a lo masivo por más que puedan llamar la
atención. Y así como muchos artistas populares contemporáneos, el director
mexicano ya no puede pasar desapercibido después de su polémica -semi biográfica-
obra. Si a usted le resulta exasperante y mamona la hechura de Reygadas, felicito
que al menos no se mantenga indiferente ante esta visión tarkovskiana a la mexicana. Leí que el
Satanás presentado en esta película es análogo al Dios de El Árbol de la Vida
(2011) de Terrence Malick, honestamente le he dado 3 oportunidades a ésta
última sin tener éxito, siempre me duermo. Si alguien la ha terminado de ver y
a su vez tuvo éxito con Post Tenebras Lux, arme y comparta su comparativo. Mientras
tanto, invito a sentir y metamorfosearse entre lucidez y tinieblas.
Nada, nadita que ver con Buñuel, menos con el surrealismo.
ResponderEliminarMe imagino que lo compararon -por que no fui la primera en decirlo, de ahí el "dicen por ahí"- desde la perspectiva del significado de las imágenes cinematográficas, es decir, imágenes reales con discurso onírico por el manejo de la cámara y ciertos símbolos como el diablo. Más no desde la perspectiva de la escuela o dogma de los pioneros y reales surrealistas. No es una influencia, sino una analogía. ¿Cómo ves?
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