lunes, 17 de diciembre de 2012

Film (Samuel Beckett, 1965)






Debes saber que si Dios deja de mirarnos no seremos
Saber que si somos es por que Dios nos mira
Y debes saber también, que cuando yo te mire serás para mí
Y yo seré para ti cuando tú me mires. DÉJAME
Déjame mirarte
Y ser
Y que seas

Los antecedentes

Dicen que Samuel Beckett era un hombre culto, hasta el tuétano. Para muchos, su obra podrá parecer oscura e inaccesible; para otros será un anzuelo constante, una máquina de generar preguntas. Pablo Sigg, especialista en la obra poética de Beckett, ha buscado desentrañar la poesía del irlandés  a través de una Guía crítica de la poesía de Samuel Beckett, publicada en México (2004), por la UNAM. A través de esta guía, Sigg nos muestra, renglón a renglón, una cantidad interesante de referencias bíblicas e históricas de las que Beckett echa mano para construir sus poemas. Film, la obra de la que nos ocuparemos a continuación no es la excepción y tiene un trasfondo complejo, que hace referencia a una propuesta filosófica.  

Este corto, rodado en 1965, representa la primera y única realización cinematográfica de Beckett, luego de que su interés por el cine comenzara en la década de los veinte, cuando intentó estudiar con S. M. Eisenstein en Moscú. Es conocida la anécdota de que Beckett envió a Eisenstein una carta de presentación tratando de saber si sus intenciones eran viables. Eisenstein nunca recibió, o bien, nunca respondió la carta. 

El planteamiento que inspira a Beckett para realizar el cortometraje Film es el propuesto por el filósofo irlandés Georges Berkeley: “Ser es ser percibido”, frase a través de la que Berkeley propone que todo lo que existe es percibido, y sólo lo que es percibido existe.  

Vayamos a las fuentes: en 1710 George Berkeley publica su Tratado sobre los principios del conocimiento humano, en cuya introducción puede leerse:

Quien preste atención a lo que quiere decirse con el término existir cuando este se aplica a cosas sensibles, creo que podrá obtener un conocimiento intuitivo de esto. La mesa en la que escribo –digo- existe; esto es, la veo y la siento. Y si estando yo fuera de mi estudio dijera que la mesa existe, lo que yo estaría diciendo es que, si yo entrara de Nuevo en mi estudio, podría percibirla, o que algún otro espíritu está de hecho percibiéndola. “Había un olor”, esto es, fue olido; “había un sonido”, es decir, fue oído; “había un color, una figura”: es que fueron percibidos por la vista o por el tacto. Esto es todo lo que yo puedo entender cuando se emplean éstas y otras expresiones semejantes. Pues lo que se dice de la existencia absoluta de cosas impensadas, sin relación alguna con el hecho de ser percibidas, me resulta completamente ininteligible. Su esse es su percipi; y no es posible que posean existencia alguna fuera de las mentes o cosas pensantes que las perciben.

Beckett debió leer el Tratado y reflexionar en torno a éste, ya que en las generalidades del guión original de Film, anota:

“Esse est percipi (Ser es ser percibido). Suprimida toda percepción extraña, animal, humana, divina, siendo mantenida la autopercepción (…) Hasta el final del film no quedará claro que el percibidor que persigue no es algo extraño, sino el yo”

Es inútil discutir aquí acerca de la verdad o falsedad de la frase propuesta por Berkeley; el mismo Beckett anota, también en el guión de Film, que el hecho de que empleé la frase no significa que la valore como verdadera, sino que más bien recurre a ella debido a una “simple conveniencia estructural y dramática”. Lo que debemos tomar en cuenta aquí es que la frase es importante para completar la reflexión que Beckett comparte con nosotros a través de su obra.

Es importante comprender que la incursión de Beckett en el cine, y en general en los medios audiovisuales (también escribió y dirigió para televisión), es el resultado de una búsqueda por reducir al máximo el lenguaje habladopor qué no meramente perder toda esperanza en el derramamiento de palabras”, se pregunta el Beckett de Cascando, y es que, como ya mencionó Jenaro Talens en su ensayo Signifique quien pueda o la voz de qué amo, “En la medida en que decir no muestra sino oculta (…) el silencio Beckettiano no tiende a la nada, sino a la representación”, y Beckett encuentra en los medios audiovisuales la herramienta perfecta para eliminar casi por completo el lenguaje hablado y comunicar a través de la representación. Film es un corto completamente mudo, salvo un Shhh!, en su primera parte.

Importante mencionar: Buster Keaton es el personaje principal de esta obra, sin embargo no fue la primera opción de Beckett, el dramaturgo pensó antes en el actor cómico Zero Mostel (El violinista en el tejado, Los productores), y en Jack McGowran quien había representado algunos papeles en teatro para Beckett, en las obras Esperando a Godot y Fin de partida. Ante la negativa de estos actores Beckett recurrió a Keaton.

La obra

La pieza se divide en tres partes: 1. La calle (aproximadamente 8 minutos), 2. La escalera (aprox. 5 min.), 3. La habitación (aprox. 17 min.).

1. La calle






Un hombre camina apresuradamente por una calle. Huye de algo, choca con una pareja, los evade, sigue huyendo; bastan unos segundos para darse cuenta de que el hombre está huyendo de la cámara que lo observa.

2. Las escaleras


El mismo hombre está en el interior de un edificio, sigue huyendo, sube unas escaleras y se encuentra con una florista. La florista cae al suelo. Nuestro personaje sigue huyendo y llega a una habitación.

3. La habitación


Dentro de la habitación, el hombre comienza a “eliminar” todo aquello que “pudiera percibirlo”: un  perico, un perro, un gato, un pez, un dibujo de Dios… hasta que no queda nada.

Finalmente se sienta en una mecedora y comienza un vaivén hasta quedarse dormido. De pronto, la cámara, que hasta ahora se había mantenido siempre detrás del personaje, gira y queda de frente a éste… el hombre abre ojos y se horroriza al darse cuenta de que quien lo ha perseguido/percibido (la cámara), es alguien a quien conoce muy bien, y del que solo hay un modo de deshacerse.

Un corto recomendado ampliamente.


Si quieren saber más sobre Film, les recomiendo Teatro reunido, un libro editado por Tusquets, en su categoría Marginales, en el que podrán revisar el guión original de esta historia y diagramas explicativos hechos por el mismo Beckett… además de una muy buena dosis de teatro Beckettiano.








viernes, 14 de diciembre de 2012

El Espía que Sabía Demasiado (Thomas Alfredson, 2011)



Viajaba en un avión en medio de un dolor insoportable de columna vertebral y desesperado buscaba un analgésico visual que me obligara a concentrarme en algo que no fueran las dolorosas horas que me faltaban para llegar a mi destino. Entre todo el horror fílmico que la aerolínea ofrecía, se encontraba aquella película que no pude ver en cines porque se me pasó de cartelera; y es que es terrible cuando grandes películas, pero humildes, tienen el infortunio de enfrentarse a titanes fílmico/mercadológicos.


Pues bien, decidí ver esa película que no vi en cartelera protagonizada por Gary Oldman, a quien le tengo gran fe, sin embargo, no sabía que me enfrentaría a uno de sus más grandes filmes, con un aire chapado a la antigua. En materia visual es curioso y hasta raro de repente ver en esta época el grano en la película, porque la tendencia tecnológica cada vez va prescindiendo más el recurso analógico, o simplemente la característica de “grano” se agrega en after effects. No es el caso de este hermoso filme que retoma no sólo la época de la guerra fría sino que su visualidad se encuentra igualmente enmarcada en este contexto, gracias a la decisión de filmarla de manera analógica. Todo esto contribuye a un argumento visual impecable donde Gary Oldman es un agente de la CIA que debe descubrir a un “topo” infiltrado en su operación y que trabaja para el infame “Karla” nombre clave de la KGB. La película se desarrolla de manera magistral entretejiendo una intriga que mantiene al espectador al borde de su silla sin tener idea de quien cuidarse ni de quien es en realidad el topo y todo para descubrir la misteriosa operación llamada Witchcraft o brujería.


Oldman domina la escena como el maestro que es, en una película que desarrolla la intriga de manera argumentativa y fotográfica y que se toma su tiempo para cada escena recurriendo al más puro espíritu del Noir que me remitió sin duda al Halcón Maltés; el misterio se encuentra en la fotografía y sus claroscuros que en todo momento velan la verdad y nos impiden saber quién es el gran infiltrado de Karla.

Sin duda es algo que no se deben perder si son amantes del Noir y de los espías, y que va en contra de la concepción que se tiene hoy en día del género a raíz de la trilogía (tetralogía) de Jason Bourne, la cual cambió por completo el género. Tailor, Tinker, Soldier, Spy responde a una lógica de otro tiempo donde el argumento es el misterio que envuelve a los espías y a su annubarrada profesión. Como nota al margen, en efecto, me olvidé del dolor de espalda infame en el que me encontraba para verdaderamente encontrarme inmerso en la trama.




Perfect Sense (David Mackenzie, 2011)





"La vida sigue. La comida se vuelve más condimentada. Salada. Más dulce. Más agria. 
Te acostumbras. Las más grandes pérdidas son los recuerdos que ya no regresan.
 El olor y la memoria están conectados en el cerebro. 
La canela podría recordarte al delantal de tu abuela. 
El aroma de hierba cortada puede evocar el miedo de un niño a las vacas.
 El recuerdo de la gasolina puede recordarte tu primer viaje en ferry. 
Sin el olor, un océano de imágenes desaparece." Susan.


Sobre su investigación en torno a la fenomenología de la religión, el filósofo Martin Heidegger vio/comprendió el papel del habla mística, es decir, el contacto directo del magnánimo creyente con la deidad que ocupa su devoción. Ello le permite al individuo encontrarse con su mismidad más profunda, disolviendo la dicotomía sujeto/dios mediante la correspondencia. En su libro La idea de la filosofía y el problema de la concepción del mundo, donde reflexiona sobre el papel de la tradición filosófica y su vinculación con el quehacer científico moderno, Heidegger trae nuevamente a colación al “habla mística” acotando:

“Pero de la misma manera que el temor reverencial del hombre religioso deja a éste en silencio (entiéndase habla mística) ante su misterio último, de la misma manera que el verdadero artista sólo vive para su obra y detesta toda palabrería artística, el hombre científico sólo resulta productivo cuando se deja llevar por la fuerza de una investigación genuina”.

Partiendo del pretexto que obsequia la cita de este hombre, intento establecer que escribir una reseña sobre el filme Perfect Sense resulta complicado en tanto me significó correspondencia, lo que acota intimidad. Devenir no expresable. Sin embargo, trataré  tropezadamente, fallidamente, de emplear el lenguaje para lo que no puede ser empleado. Tras la acotación se atienden las generalidades...


Perfect sense es una película dirigida por el británico David Mackenzie. La historia -de una sencillez que puede resultar sorpresiva-, tiene como protagonistas a Ewan McGregor y Eva Green, quienes interpretan a los solitarios Michael y Susan, cuyas vidas se cruzan en medio de una crisis internacional. El mal que azota a la humanidad es un desconocido virus que lleva a los sujetos de la melancolía a la perdida del sentido del olfato. El llamado síndrome olfativo severo (SOS) comienza a expandirse por todos los territorios de forma lenta pero constante. La vigilia se gesta al interior de cada sujeto. La política en materia de seguridad sanitaria enuncia alerta roja. Las investigaciones científicas inician, inician, inician, continúan, continúan, continúan. Sin embargo, nadie se atreve a señalar (ni remotamente) que el virus pueda representar la finitud de la raza humana.

Como epidemióloga, Susan forma parte de un grupo científico que trata de comprender la estructura y funcionalidad del insólito virus. No tiene éxito. Por otra parte, Michael forma parte de los millones de seres humanos que deben adaptarse a la crisis e intentar vivir sus vidas, reconociendo de antemano, que en cualquier momento puede infectarse y perder el sentido del olfato. El grisáceo ambiente -producto del trabajo fotográfico de Giles Nuttgens-, se apodera de la vida cotidiana. La ciudad y los hogares quedan atrapados en la bruma... En tal contexto los protagonistas se encuentran. Por juegos del azar, Michael es chef en el restaurante ubicado justo al lado del edificio de Susan. ¿El primer intercambio de palabras? Se realiza a distancia. Ella fumando desde su ventana, él pidiéndole un cigarrillo desde la acera. 



Ese momento desatará varios encuentros que contradicen la naturaleza solitaria de los personajes. Un surrealista encuentro los llevará a contraer el síndrome y aventurarse a transitar por la experiencia de unaenfermedadmutua. Sin embargo, no por ello se convierten en los clásicos amantes de la literatura. Su relación tiende al encuentro y desencuentro. A la correspondencia y dicotomía. Pero cualquier movimiento que efectúan es paralelo a la manifestación de síndromes subsiguientes que paulatinamente exterminan sus sentidos. Al olfato le sigue el gusto. Al gusto le sigue el oído. Al oído la vista. Finalmente cae la oscuridad sobre la sordera, sobre la ceguera, sobre el nulo sentido del gusto y sobre el nulo sentido del olfato. La humanidad que hasta ese momento se había adaptado a vivir sin uno u otro sentido -ya fuera por esperanza o simplemente porque no sabía que más hacer con su existencia-, llega a un punto donde no puede valerse más de los procesos fisiológicos para sentir, dar significación, memorizar, reconocer.


Ante tal panorama desolador reflexiono en tres puntos que pueden o no corresponderse.

1)   El primero alude al reconocimiento de que somos la suma de nuestros recuerdos (los verdaderos y los que inventamos). Si existen tantos recuerdos ligados a los sentidos y estos últimos se pierden, ¿qué garantía se puede tener de conservar los recuerdos? El olor de un libro que evoca. La ciruela que recuerda a un amigo. La música que traslada a otro espacio. La mirada cercana que da pie a los cíclopes. ¿Se recordaría algo de esto? ¿Es esta la tragedia de la que habla la película?

2)   O quizás su tragedia es otra. Tal vez pretende señalar que el ser humano se mueve por el mundo con sus sentidos en automático, por lo que la pérdida de ellos, es meramente simbólica. Podría decirse que no emplear los sentidos equivale a no emplear los músculos: terminarán atrofiándose. En el filme la humanidad se adapta a vivir sin uno y otro sentido. No les cuesta trabajo. Esto llevaría a pensar que si se ha tenido en automático los sentidos (en mayor o menor magnitud) cuando estos desaparezcan no se les extrañará tanto. La adaptación será rápida. Después de todo ¿cómo extrañar correr cuando jamás lo hiciste?

3)   Finalmente el tercer punto acota que la humanidad, a pesar de ser social, tiende a omitir al otro (no te escucho, no te olfateo, no te pruebo y apenas te miro), sin percatarse de que el otro conforma al yo. Quizás el despojar al ser de los sentidos que podían distraerlo con superficialidades inventadas por el mismo le permita reconocer alotro como mismo. Y tal vez, sólo tal vez, en la oscuridad que cae sobre la sordera, sobre la ceguera, sobre el nulo sentido del gusto y sobre el nulo sentido del olfato; el ser humano pueda encontrar epifanía sobre su ser social.

Nota: Este último punto se vincula con el último sentido que conservan los personajes. Sin embargo, prefiero no dar más detalle con el objeto de incentivarlo querido lector a ver la película.