Por: Josela Romero
"La vida sigue. La comida se vuelve más condimentada. Salada. Más dulce. Más agria.
Te acostumbras. Las más grandes pérdidas son los recuerdos que ya no regresan.
El olor y la memoria están conectados en el cerebro.
La canela podría recordarte al delantal de tu abuela.
El aroma de hierba cortada puede evocar el miedo de un niño a las vacas.
El recuerdo de la gasolina puede recordarte tu primer viaje en ferry.
Sin el olor, un océano de imágenes desaparece." Susan.
Sobre su investigación en torno a la fenomenología de la religión, el filósofo Martin Heidegger vio/comprendió el papel del habla mística, es decir, el contacto directo del magnánimo creyente con la deidad que ocupa su devoción. Ello le permite al individuo encontrarse con su mismidad más profunda, disolviendo la dicotomía sujeto/dios mediante la correspondencia. En su libro La idea de la filosofía y el problema de la concepción del mundo, donde reflexiona sobre el papel de la tradición filosófica y su vinculación con el quehacer científico moderno, Heidegger trae nuevamente a colación al “habla mística” acotando:
“Pero de la misma manera que el temor reverencial del hombre religioso deja a éste en silencio (entiéndase habla mística) ante su misterio último, de la misma manera que el verdadero artista sólo vive para su obra y detesta toda palabrería artística, el hombre científico sólo resulta productivo cuando se deja llevar por la fuerza de una investigación genuina”.
Partiendo del pretexto que obsequia la cita de este hombre, intento establecer que escribir una reseña sobre el filme Perfect Sense resulta complicado en tanto me significó correspondencia, lo que acota intimidad. Devenir no expresable. Sin embargo, trataré tropezadamente, fallidamente, de emplear el lenguaje para lo que no puede ser empleado. Tras la acotación se atienden las generalidades...
Perfect sense es una película dirigida por el británico David Mackenzie. La historia -de una sencillez que puede resultar sorpresiva-, tiene como protagonistas a Ewan McGregor y Eva Green, quienes interpretan a los solitarios Michael y Susan, cuyas vidas se cruzan en medio de una crisis internacional. El mal que azota a la humanidad es un desconocido virus que lleva a los sujetos de la melancolía a la perdida del sentido del olfato. El llamado síndrome olfativo severo (SOS) comienza a expandirse por todos los territorios de forma lenta pero constante. La vigilia se gesta al interior de cada sujeto. La política en materia de seguridad sanitaria enuncia alerta roja. Las investigaciones científicas inician, inician, inician, continúan, continúan, continúan. Sin embargo, nadie se atreve a señalar (ni remotamente) que el virus pueda representar la finitud de la raza humana.
Como epidemióloga, Susan forma parte de un grupo científico que trata de comprender la estructura y funcionalidad del insólito virus. No tiene éxito. Por otra parte, Michael forma parte de los millones de seres humanos que deben adaptarse a la crisis e intentar vivir sus vidas, reconociendo de antemano, que en cualquier momento puede infectarse y perder el sentido del olfato. El grisáceo ambiente -producto del trabajo fotográfico de Giles Nuttgens-, se apodera de la vida cotidiana. La ciudad y los hogares quedan atrapados en la bruma... En tal contexto los protagonistas se encuentran. Por juegos del azar, Michael es chef en el restaurante ubicado justo al lado del edificio de Susan. ¿El primer intercambio de palabras? Se realiza a distancia. Ella fumando desde su ventana, él pidiéndole un cigarrillo desde la acera.
Ese momento desatará varios encuentros que contradicen la naturaleza solitaria de los personajes. Un surrealista encuentro los llevará a contraer el síndrome y aventurarse a transitar por la experiencia de una “enfermedad” mutua. Sin embargo, no por ello se convierten en los clásicos amantes de la literatura. Su relación tiende al encuentro y desencuentro. A la correspondencia y dicotomía. Pero cualquier movimiento que efectúan es paralelo a la manifestación de síndromes subsiguientes que paulatinamente exterminan sus sentidos. Al olfato le sigue el gusto. Al gusto le sigue el oído. Al oído la vista. Finalmente cae la oscuridad sobre la sordera, sobre la ceguera, sobre el nulo sentido del gusto y sobre el nulo sentido del olfato. La humanidad que hasta ese momento se había adaptado a vivir sin uno u otro sentido -ya fuera por esperanza o simplemente porque no sabía que más hacer con su existencia-, llega a un punto donde no puede valerse más de los procesos fisiológicos para sentir, dar significación, memorizar, reconocer.
Ante tal panorama desolador reflexiono en tres puntos que pueden o no corresponderse.
1)
El primero alude al reconocimiento de que somos la suma de nuestros recuerdos (los verdaderos y los que inventamos). Si existen tantos recuerdos ligados a los sentidos y estos últimos se pierden, ¿qué garantía se puede tener de conservar los recuerdos? El olor de un libro que evoca. La ciruela que recuerda a un amigo. La música que traslada a otro espacio. La mirada cercana que da pie a los cíclopes. ¿Se recordaría algo de esto? ¿Es esta la tragedia de la que habla la película?
2)
O quizás su tragedia es otra. Tal vez pretende señalar que el ser humano se mueve por el mundo con sus sentidos en automático, por lo que la pérdida de ellos, es meramente simbólica. Podría decirse que no emplear los sentidos equivale a no emplear los músculos: terminarán atrofiándose. En el filme la humanidad se adapta a vivir sin uno y otro sentido. No les cuesta trabajo. Esto llevaría a pensar que si se ha tenido en automático los sentidos (en mayor o menor magnitud) cuando estos desaparezcan no se les extrañará tanto. La adaptación será rápida. Después de todo ¿cómo extrañar correr cuando jamás lo hiciste?
3)
Finalmente el tercer punto acota que la humanidad, a pesar de ser social, tiende a omitir al otro (no te escucho, no te olfateo, no te pruebo y apenas te miro), sin percatarse de que el otro conforma al yo. Quizás el despojar al ser de los sentidos que podían distraerlo con superficialidades inventadas por el mismo le permita reconocer al “otro como sí mismo”. Y tal vez, sólo tal vez, en la oscuridad que cae sobre la sordera, sobre la ceguera, sobre el nulo sentido del gusto y sobre el nulo sentido del olfato; el ser humano pueda encontrar epifanía sobre su ser social.
Nota: Este último punto se vincula con el último sentido que conservan los personajes. Sin embargo, prefiero no dar más detalle con el objeto de incentivarlo querido lector a ver la película.
Un factor que también llamó mi atención fue que no se perdió el habla, capacidad que no es un sentido, tal vez eso tiene que ver con la adaptabilidad que refieres. No podría desarrollar más este punto porque no sé que conlleva el lenguaje fuera de la película ni cómo podría aplicarse a la misma, pero puede que signifique el aplazamiento de la raza humana, más de lo que se espera termine y también la consumación de la historia de amor.
ResponderEliminarHermosa y atinada reflexión, sobre todo la referencia al filósofo y las tres última acotaciones. Personalmente, cuando terminé de verla lloré mucho y no sabía porqué, además del guión literario, ahora lo sé y es por el último punto. Hemos perdido los sentidos voluntariamente -o sin ser dicho, epidemiológicamente-, negar al otro que nos contiene y contenemos ha traído indiferencia, insensibilidad, ignorancia y sobre todo incomprensión, ante este panorama, la esperanza que conlleva la lógica e instinto amoroso humano.
Gracias por la recomendación, sin ella no hubiera conocido esta nueva película-pensamiento en estos tiempos que lo amerita.
esta película no la conocía pero en efecto se ve bastante interesante aunque algo bizarra ¿no? sobre David Mackenzie sólo conocía "el joven adam" que es un gran filme en tanto guión y dirección actoral sobre todo. si no la han visto háganlo. por mi parte queda pendiente checar "perfect sense".
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