Por: Fernando Cruz
En
lo hondo de la pasión: dentro, en lo más recóndito, y de nuevo dentro: más
dentro: en la penetración que violenta la privacidad más insondable, en el
fluir desesperado de la sangre en las venas, dos historias se juntan con
efusión e intemperancia y desembocan en la fatalidad más hermosa para los
enamorados: ‘hasta que la muerte nos separe’. Como lo dice la frase que
promociona a la película: “Hay algo que une más que el amor: el crimen.” en Profundo Carmesí (Arturo Ripstein,
1996), la complicidad no es tanto de los amantes como sí la es de los asesinos.
Entre
todas las películas de Arturo Ripstein (que casi siempre retratan un México que
no se parece a México, pero que no por ello demeritan su grandeza como séptimo
arte), Profundo Carmesí destaca como
una de las predilectas por la crítica y el público. El filme, inspirado en la
historia de los años cuarenta de la pareja de asesinos mejor conocidos como “The lonely hearts killers”, es acaso una
mezcla de comedia negra, nota roja y romance, que hace rememorar al más
irreverente Luis Buñuel, maestro por cierto del mismo Ripstein.
En
la historia, Nicolás Estrella, gigoló calvo que usa peluquín y que imita un
pobre acento español, es un
oportunista que aprovecha la tragedia de las mujeres en soledad: envía cartas
para enamorar desamparadas y concreta citas con las cuales, por medio de la
seducción y el engaño, obtiene un beneficio más que el de la simple compañía
femenina. En uno de tantos encuentros, Nicolás conoce a Coral, enfermera con
sobrepeso, hijos y alguna que otra desgracia a cuestas, y a quien un mínimo de
atención galante basta para hacer caer en idilio. Eventualmente los roles
habrán de perder curso y Nicolás será acechado por quien fuera su presa hasta
percatarse, realmente, que también el amor era una opción entre sus fines.
Ya
juntos, y comenzado el amor entre el calvo y la gorda, la depravación humana
saldrá a flote para ser el tema principal de la película. Asesinatos ocurrirán
en medio de una doble moral; humillaciones y situaciones ridículas y sublimes
serán el común denominador de la pareja, como cuando hacen el amor en el suelo
justo después que Nicolás le dice a Coral: “¡Dejaste a tus hijos! Nunca nadie
había hecho algo como eso por mí!”.
El
reparto elegido por Ripstein tiene gran parte del mérito del filme, Daniel
Giménez Cacho y la soprano Regina Orozco realmente generan la empatía de dos
personas terriblemente lastimeras, que en la desesperación de la soledad y la
fealdad unen sus vidas.
Profundo
Carmesí es acaso una de las mejores películas mexicanas de hace dos décadas;
Arturo Ripstein y Paz Alicia Garcíadiego —esposa del primero y guionista del
filme— demuestran
que el estilo directo y obstinado que les caracteriza, puede llegar a
convertirse en una sinceridad que no molesta y que en cambio, entretiene.
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