martes, 2 de octubre de 2012

Ellas (2012)



Empezaré hablando de una situación que espero resulte más curiosa que ociosa. Cuando vi el trailer de Ellas me dejó la impresión de que la historia tendría una resolución bastante más dramática; no quiero decir con esto que no tenga un desenlace bastante interesante, efectivo y fuerte; sino que, quizá por una desatenta lectura, el trailer me hizo esperar algo de la película que nunca pasó y que, la verdad, no necesitaba pasar. No es ninguna novedad que el trailer sea un gancho para venderte la película y que la mayoría de las veces resulten productos independientes bastante bien logrados; podría incluso decir que se realizan mucho mejores trailers que películas. Cerraré esta idea diciendo que el día que vi Ellas pasaron el trailer de Memoria de mis putas tristes, cinta basada en la novela del mismo nombre del novel de literatura Gabriel García Márquez, novela que no he leído y de la que no he escuchado las mejores críticas. Por cierto, no entendí absolutamente nada de la trama en trailer (mal hecho, supongo) y no me dieron muchas ganas de ver la película.


Ellas (Malgoska Szumowska, 2012) nos ubica en el caótico día previo en que Anne (Juliette Binoche), exitosa periodista francesa, tiene que entregar un artículo para la revista Elle sobre dos universitarias que ejercen la prostitución. Ese mismo día, en la noche, el jefe de su esposo vendrá a cenar y ella tiene que preparar una cena especial, por aquello de las buenas apariencias; y por si fuera poco, ese mismo día, en la tarde, se entera de que su hijo mayor ha decidido abandonar la escuela. Sin duda todos estos eventos, incluida la experiencia del reportaje, sacan a Anne de su confort cotidiano interno. Falta ver si las cosas realmente cambiarán a su alrededor.

De cómo está contada la historia, destaco que tiene un equilibrio ideal entre no dejar cabos sueltos y no dar información innecesaria, error que comenten algunas películas que, como ésta, están contadas en tiempo no lineal. Destaco también la tensión que se genera a lo largo de un día en la vida de Anne, cuando dividida entre la cocina, el trabajo, los hijos y los recuerdos se va perdiendo en un laberinto lleno de angustia y estrés.

Por otro lado, como varias de las buenas películas, ésta presenta la posibilidad de hacer distintas lecturas temáticas. El tema que salta primero a la vista es el de la prostitución. Los casos de Charlotte (la guapísima Anaïs Demoustier)  y Alicja (Joanna Kulig, de una belleza primitiva y misteriosa), muestran algunas particularidades que desmitifican algunos asuntos y reafirman otros dentro del oficio y negocio de la prostitución: se humaniza el rostro de la mujer que vende su cuerpo y se humaniza también el rostro del cliente; se culpabiliza a la sociedad y al “sistema” por exigir y dificultar, al mismo tiempo, el acceso a ciertos niveles de estatus (E. Galeano), motivando así ciertas prácticas indeseables (que no indignas), como la prostitución, y se muestra también la forma en que esa misma sociedad se aprovecha de las circunstancias. ¿Otros temas? la (in)comunicación matrimonial y el machismo, por ejemplo. Y como eje, una interesante y corrosiva pregunta: ¿acaso no todos nos prostituimos de distintas maneras? en el sentido de comprometer nuestras ideas y actos para agradar a otros, cediendo ante la presión social, la de nuestra pareja, de nuestros jefes o de nuestros padres, esbozando nuestra mejor sonrisa para disimular nuestro desacuerdo.


Ellas tiene también aciertos estéticos, entre ellos, la acertada decisión de presentar una historia contada en primeros planos, construida con sonrisas y miradas, con gestos de placer y muecas de dolor, el rostro como reflejo del drama humano; y esto no sería posible sin un excelente casting, encabezado por Juliette Binoche.

No sé si Ellas pase a la historia como una de las grandes e inolvidables películas, me inclino a pensar que seguramente no y, sin duda, tampoco estará dentro de mis grandes favoritas, sin embargo, encontré en ella uno de esos momentos gloriosos del cine en la sutil pero riquísima relación que se hace entre la cocina y el sexo, porque está lograda a partir de montar de manera correcta una serie de secuencias y porque es uno de esos momentos mágicos del cine donde las imágenes huelen, saben y se sienten en la piel.






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