Por: David Ornelas
Empezaré
hablando de una situación que espero resulte más curiosa que ociosa. Cuando vi
el trailer de Ellas me dejó la
impresión de que la historia tendría una resolución bastante más dramática; no
quiero decir con esto que no tenga un desenlace bastante interesante, efectivo
y fuerte; sino que, quizá por una desatenta lectura, el trailer me hizo esperar
algo de la película que nunca pasó y que, la verdad, no necesitaba pasar. No es
ninguna novedad que el trailer sea un gancho para venderte la película y que la
mayoría de las veces resulten productos independientes bastante bien logrados;
podría incluso decir que se realizan mucho mejores trailers que películas.
Cerraré esta idea diciendo que el día que vi Ellas pasaron el trailer de Memoria
de mis putas tristes, cinta basada en la novela del mismo nombre del novel
de literatura Gabriel García Márquez, novela que no he leído y de la que no he
escuchado las mejores críticas. Por cierto, no entendí absolutamente nada de la
trama en trailer (mal hecho, supongo) y no me dieron muchas ganas de ver la
película.
Ellas
(Malgoska Szumowska, 2012) nos ubica en el caótico día
previo en que Anne (Juliette Binoche), exitosa periodista francesa, tiene que
entregar un artículo para la revista Elle
sobre dos universitarias que ejercen la prostitución. Ese mismo día, en la
noche, el jefe de su esposo vendrá a cenar y ella tiene que preparar una cena
especial, por aquello de las buenas apariencias; y por si fuera poco, ese mismo
día, en la tarde, se entera de que su hijo mayor ha decidido abandonar la
escuela. Sin duda todos estos eventos, incluida la experiencia del reportaje,
sacan a Anne de su confort cotidiano interno. Falta ver si las cosas realmente
cambiarán a su alrededor.
De
cómo está contada la historia, destaco que tiene un equilibrio ideal entre no
dejar cabos sueltos y no dar información innecesaria, error que comenten
algunas películas que, como ésta, están contadas en tiempo no lineal. Destaco
también la tensión que se genera a lo largo de un día en la vida de Anne,
cuando dividida entre la cocina, el trabajo, los hijos y los recuerdos se va
perdiendo en un laberinto lleno de angustia y estrés.
Por
otro lado, como varias de las buenas películas, ésta presenta la posibilidad de
hacer distintas lecturas temáticas. El tema que salta primero a la vista es el
de la prostitución. Los casos de Charlotte (la guapísima Anaïs Demoustier) y Alicja (Joanna Kulig,
de una belleza primitiva y misteriosa), muestran algunas particularidades que
desmitifican algunos asuntos y reafirman otros dentro del oficio y negocio de
la prostitución: se humaniza el rostro de la mujer que vende su cuerpo y se
humaniza también el rostro del cliente; se culpabiliza a la sociedad y al
“sistema” por exigir y dificultar, al mismo tiempo, el acceso a ciertos niveles
de estatus (E. Galeano), motivando así ciertas prácticas indeseables (que no
indignas), como la prostitución, y se muestra también la forma en que esa misma
sociedad se aprovecha de las circunstancias. ¿Otros temas? la (in)comunicación
matrimonial y el machismo, por ejemplo. Y como eje, una interesante y corrosiva
pregunta: ¿acaso no todos nos prostituimos de
distintas maneras? en el sentido de comprometer nuestras ideas y actos para
agradar a otros, cediendo ante la presión social, la de nuestra pareja, de
nuestros jefes o de nuestros padres, esbozando nuestra mejor sonrisa para
disimular nuestro desacuerdo.
Ellas tiene también aciertos
estéticos, entre ellos, la acertada decisión de presentar una historia contada
en primeros planos, construida con sonrisas y miradas, con gestos de placer y
muecas de dolor, el rostro como reflejo del drama humano; y esto no sería
posible sin un excelente casting, encabezado por Juliette Binoche.
No
sé si Ellas pase a la historia como
una de las grandes e inolvidables películas, me inclino a pensar que
seguramente no y, sin duda, tampoco estará dentro de mis grandes favoritas, sin
embargo, encontré en ella uno de esos momentos gloriosos del cine en la sutil
pero riquísima relación que se hace entre la cocina y el sexo, porque está
lograda a partir de montar de manera correcta una serie de secuencias y porque
es uno de esos momentos mágicos del cine donde las imágenes huelen, saben y se
sienten en la piel.
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