Brazil,
Where hearts were entertaining June,
We stood beneath an amber moon
And softly whispered “someday soon”.
We kissed and clung together,
Then tomorrow was another day
The morning found me miles away
With still a million things to say
We stood beneath an amber moon
And softly whispered “someday soon”.
We kissed and clung together,
Then tomorrow was another day
The morning found me miles away
With still a million things to say
Cuando el cine dejó de ser un mero
registro de la realidad y dio paso a su uso como medio para relatar ficción,
diversos autores –comenzando con Georges Méliès- se han apropiado del
lenguaje cinematográfico y han explotado sus posibilidades en la creación de
mundos posibles, recreación de épocas y personajes, para transmitir
significados más allá de lo que el espectador puede o quiere observar en una
obra cinematográfica.
Existe un cierto tipo de películas que a
los espectadores les parecen poco convencionales, ruidosas y en algunos casos podría hasta decirse
que molestas, no exclusivamente en el
aspecto temático, sino también en cuanto al aspecto formal: personajes
extravagantes, acciones absurdas, diálogos que rayan en lo ridículo, encuadres
poco usuales, ruptura total con la realidad, inclusión de sonidos estridentes,
ritmo vertiginoso, atmósferas sórdidas, entre otros. No es difícil encontrarnos
a quien descalifiqué a este tipo de filmes ante la falta de argumentos lógicos
para explicarlos; se alega entonces a una afirmación que presuntamente contiene
el sentimiento que la cinta le produjo a este espectador: “es una película muy
loca”.
Para ejemplificar lo anterior podría escoger cualquier cinta de TerryGilliam, todas sus cintas exploran de alguna forma los universos de la locura en menor o en mayor cantidad, basta
recordar su emulación de los sin sentidos de la Edad Media en Jabberwocky (1977), su fallido intento
de llevar al cine a Don Quijote que desembocó en el documental de 2002, Lost in
La Mancha (muestra de que la locura invade también el proceso de producción
de sus cintas), el manicomio de 12
monkeys (1995), el crudo retrato de la infancia perturbada de Jeliza Rose
quien está atrapada en la realidad alterna que unos padres adictos le enseñan a
vivir en Tideland (2005), o los
alcances de la imaginación humana en The
Imaginarium of Doctor Parnassus (2009).
Brazil (1985), además de ser
la obra más representativa del cineasta, hace explícitas todas estas obsesiones: en su cine, los locos, los excluidos, los
anormales y la sin razón, en el más puro sentido foucaultinano, son los
protagonistas enmarcados.
Brazil es una libre adaptación del clásico de ciencia- ficción 1984 de George Orwell y a punto estuvo
de llamarse 1984 ½ en honor a 8 ½ de Federico Fellini. Es la historia
de Sam Lowry (Jonathan Pryce) un burócrata de bajo nivel sin aparentes ganas de
ascender en la escala social que a menudo tiene un sueño recurrente: enfundado
en una armadura metálica con alas trata de salvar a su mujer ideal, sin
embargo, tiene que enfrentarse a una
serie de sucesos que lo rebasan cuando se presenta la oportunidad de pasar de
la seguridad de lo onírico al mundo real.
La
linealidad de la historia aparente contrasta con la puesta en escena -en
términos generales, caricaturesca – que deja fuera la identificación total con
la obra literaria de Orwell. En palabras del propio Gilliam, la construcción
del mundo físico de Brazil,
escenografía y decorados, fue más bien algo que no esperaba de la manera en que
terminó siendo; él se planteó un mundo real –donde suceden la mayor parte de
las acciones -y un mundo onírico– los sueños y las fantasías de Sam Lowry: “Lo
que había sucedido es que el mundo real estaba saliendo tan extraño que no
había necesidad de los sueños. Por ejemplo, cuando saqué los cables del
apartamento, estaban colgando y parecían ser las entrañas del mismo; pero había
una secuencia de sueño en la cual Sam trata de liberarse cortando un bosque de
este tipo de tripas con su poderosa espada. No había necesidad del sueño porque
ya lo habíamos hecho en el mundo ‘real’ de Sam”, y continúa en el mismo sentido:
“Para mí la arquitectura del filme es un conjunto de actores tan importantes
como aquellos que hablan y usan ropa. Cosas como estas, están realmente solo en
mi cabeza y probablemente no se traduzcan a nadie más, pero me gusta la
particularidad -y la posibilidad- de que alguien vea el filme y se pregunte qué
son esas cosas. Para mí, levantar cuestionamientos en vez de dar respuestas es
el motivo por el cual hago películas”.
Lo que la película hace con el espectador ante el reto del cuestionamiento
y la extravagancia de la imagen es claro: se ve obligado a entrar en la dinámica del
texto o a desecharlo totalmente y resistirse a entrar a un mundo poblado por
los locos que está acostumbrado a no ver. Si se toma la primera opción y llega al final de la película encontrará
su recompensa: en la resolución de Brazil
donde podemos entender la intención de Gilliam, su apuesta por la idealización
de la locura sobre la crudeza de 1984
pues mientras, Winston Smith, el protagonista de Orwell sucumbe ante El
Gran Hermano, Sam Lowry, el protagonista
de Gilliam, cree que ha escapado con su amada Jill, se queda a vivir en sus fantasías: enloquece.
Sólo en ese estado mental puede ser libre.
Me la presentaste una vez. Juro intentar tener cabeza para leer Brazil otra vez. Excelente artículo. Gracias por compartir.
ResponderEliminar"...en su cine, los locos, los excluidos, los anormales y la sin razón, en el más puro sentido foucaultinano, son los protagonistas enmarcados." WUALA! Excelente artículo, con este cuadro diagnóstico me ha seducido. La realidad y el -no- sueño enriquecen mi mente y su cosmovisión. Muchas gracias.
ResponderEliminarYo soy de esas personas a las que no les gusta Terry jajajaja. Y no es porque sea mal director, digo al final cada quien tiene su fórmula, pero como que hay algo en sus películas que termina de no cuajar. La idea es buena, la forma también, pero cuando estás esperando que llegue a impresionarte sus finales son más o menos. Quizás es por eso que comentas sobre que le gusta arrojar más preguntas que respuestas..., Sea como sea buen texto. Me introdujo más en la forma en la que Guilliam piensa el cine.
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