lunes, 29 de octubre de 2012

Brazil, 1985.


Por:   Patricia Ordaz

Brazil,
Where hearts were entertaining June,
We stood beneath an amber moon
And softly whispered “someday soon”.
We kissed and clung together,
Then tomorrow was another day
The morning found me miles away
With still a million things to say

Cuando el cine dejó de ser un mero registro de la realidad y dio paso a su uso como medio para relatar ficción, diversos autores –comenzando con Georges Méliès- se han apropiado del lenguaje cinematográfico y han explotado sus posibilidades en la creación de mundos posibles, recreación de épocas y personajes, para transmitir significados más allá de lo que el espectador puede o quiere observar en una obra cinematográfica.


Existe un cierto tipo de películas que a los espectadores les parecen poco convencionales, ruidosas  y en algunos casos podría hasta decirse que molestas, no exclusivamente en el aspecto temático, sino también en cuanto al aspecto formal: personajes extravagantes, acciones absurdas, diálogos que rayan en lo ridículo, encuadres poco usuales, ruptura total con la realidad, inclusión de sonidos estridentes, ritmo vertiginoso, atmósferas sórdidas, entre otros. No es difícil encontrarnos a quien descalifiqué a este tipo de filmes ante la falta de argumentos lógicos para explicarlos; se alega entonces a una afirmación que presuntamente contiene el sentimiento que la cinta le produjo a este espectador: “es una película muy loca”.

Para ejemplificar lo anterior podría escoger cualquier cinta de TerryGilliam, todas sus cintas exploran de alguna forma los universos de la locura en menor o en mayor cantidad, basta recordar su emulación de los sin sentidos de la Edad Media en Jabberwocky (1977), su fallido intento de llevar al cine a Don Quijote que desembocó en el documental de 2002,  Lost in La Mancha (muestra de que la locura invade también el proceso de producción de sus cintas), el manicomio de 12 monkeys (1995), el crudo retrato de la infancia perturbada de Jeliza Rose quien está atrapada en la realidad alterna que unos padres adictos le enseñan a vivir en Tideland (2005), o los alcances de la imaginación humana en The Imaginarium of Doctor Parnassus (2009).  Brazil (1985), además de ser la obra más representativa del cineasta, hace explícitas todas estas obsesiones: en su cine, los locos, los excluidos, los anormales y la sin razón, en el más puro sentido foucaultinano, son los protagonistas enmarcados.

Brazil es una libre adaptación del clásico de ciencia- ficción 1984 de George Orwell y a punto estuvo de llamarse 1984 ½ en honor a 8 ½ de Federico Fellini. Es la historia de Sam Lowry (Jonathan Pryce) un burócrata de bajo nivel sin aparentes ganas de ascender en la escala social que a menudo tiene un sueño recurrente: enfundado en una armadura metálica con alas trata de salvar a su mujer ideal, sin embargo, tiene que enfrentarse a una serie de sucesos que lo rebasan cuando se presenta la oportunidad de pasar de la seguridad de lo onírico al mundo real.


La linealidad de la historia aparente contrasta con la puesta en escena -en términos generales, caricaturesca – que deja fuera la identificación total con la obra literaria de Orwell. En palabras del propio Gilliam, la construcción del mundo físico de Brazil, escenografía y decorados, fue más bien algo que no esperaba de la manera en que terminó siendo; él se planteó un mundo real –donde suceden la mayor parte de las acciones -y un mundo onírico– los sueños y las fantasías de Sam Lowry: “Lo que había sucedido es que el mundo real estaba saliendo tan extraño que no había necesidad de los sueños. Por ejemplo, cuando saqué los cables del apartamento, estaban colgando y parecían ser las entrañas del mismo; pero había una secuencia de sueño en la cual Sam trata de liberarse cortando un bosque de este tipo de tripas con su poderosa espada. No había necesidad del sueño porque ya lo habíamos hecho en el mundo ‘real’ de Sam”, y continúa en el mismo sentido: “Para mí la arquitectura del filme es un conjunto de actores tan importantes como aquellos que hablan y usan ropa. Cosas como estas, están realmente solo en mi cabeza y probablemente no se traduzcan a nadie más, pero me gusta la particularidad -y la posibilidad- de que alguien vea el filme y se pregunte qué son esas cosas. Para mí, levantar cuestionamientos en vez de dar respuestas es el motivo por el cual hago películas”.

Lo que la película hace con el espectador ante el reto del cuestionamiento y la extravagancia de la imagen es claro: se ve obligado a entrar en la dinámica del texto o a desecharlo totalmente y resistirse a entrar a un mundo poblado por los locos que está acostumbrado a no ver. Si se toma la primera opción y llega al final de la película encontrará su recompensa: en la resolución de Brazil donde podemos entender la intención de Gilliam, su apuesta por la idealización de la locura  sobre la crudeza de 1984  pues mientras,  Winston Smith,  el protagonista de Orwell sucumbe ante El Gran Hermano, Sam Lowry, el protagonista de Gilliam, cree que ha escapado con su amada Jill, se queda a vivir en sus fantasías: enloquece. Sólo en ese estado mental puede ser libre.





3 comentarios:

  1. Me la presentaste una vez. Juro intentar tener cabeza para leer Brazil otra vez. Excelente artículo. Gracias por compartir.

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  2. "...en su cine, los locos, los excluidos, los anormales y la sin razón, en el más puro sentido foucaultinano, son los protagonistas enmarcados." WUALA! Excelente artículo, con este cuadro diagnóstico me ha seducido. La realidad y el -no- sueño enriquecen mi mente y su cosmovisión. Muchas gracias.

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  3. Yo soy de esas personas a las que no les gusta Terry jajajaja. Y no es porque sea mal director, digo al final cada quien tiene su fórmula, pero como que hay algo en sus películas que termina de no cuajar. La idea es buena, la forma también, pero cuando estás esperando que llegue a impresionarte sus finales son más o menos. Quizás es por eso que comentas sobre que le gusta arrojar más preguntas que respuestas..., Sea como sea buen texto. Me introdujo más en la forma en la que Guilliam piensa el cine.

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