No
existen tantas cinematografías como culturas en el orbe, qué hermoso sería
encontrar equivalencias entre el número de sociedades y el número de
percepciones del mundo manifestadas a través de una película. Tristemente la
realidad es otra: no todos tienen la oportunidad de expresarse por medio del
séptimo arte, y quienes lo logran no siempre tienen la certeza de saber que su
película llegará a ser vista.
Hablando
de esta construcción de la mirada propia, es lógico pensar que cada
cinematografía enaltezca —a veces de manera exagerada— las características propias que se consideran positivas y en
muchos casos se desechen las desfavorables. En menor medida existen las voces
autocríticas que denuncian aquello equivocado de lo que también son parte; en
Hollwood y en este último sentido, por ejemplo, tendría que hablarse de American Beauty (Sam Mendes, 1999), Gran Torino (Clint Eastwood, 2008) o Farenheit 9/11 (Michael Moore, 2008). Los tres entierros de Melquiades Estrada,
película que ahora me convoca, es un caso atípico de autocrítica, tan anormal
que, usando tecnicismos fílmicos, tendríamos que hablar de ella como un error
de continuidad.
Los tres entierros de Melquiades
Estrada es un
filme mexicano-estadounidense en toda la extensión de la palabra: escrita por
un mexicano (Guillermo Arriaga) y producida y dirigida en los Estados Unidos,
trata el tema de la migración desde el punto de vista de quien tiene que
abandonar la propia patria para ingresar a la extranjera. Victoria eterna
anhelada por los mexicanos: un gringo “indocumentado” tendrá que atravesar la frontera
desde el vecino país del norte hacia México —con todas las implicaciones que
hacer el cruce de manera ilegal implica.
Un
hecho desata toda la trama: la muerte de Melquiades. En la asignación de
responsabilidades, su mejor amigo, Pete Perkins (Tommy Lee Jones, quien por
cierto es el director de la película), intentará esclarecer las circunstancias
de su fallecimiento y buscará que se le brinde un entierro adecuado —como si
eso dignificara un poco la derrota que siempre es la muerte—; por otra parte, Mike
Norton, culpable del deceso de Melquides, tendrá que resarcir en vida el daño
cometido. Visto como si de un mapa cartesiano de coordenadas X y Y se tratara,
el viaje que Pete realiza a México implica un descenso hacia la zona negativa
—¿el infierno?— en donde conocerá cuál es el arduo camino para pasar de manera
ilegal hacia otro país.
Lejos
de la lectura crítica y simbólica sobre el tema de la migración, considero que
el punto nodal de la trama se encuentra en la amistad entre el mexicano
Melquiades y el estadounidense Pete Perkins. Este sentimiento tan fuerte es el
detonante que orilla al americano a buscar el cumplimiento de la justicia y la
dignificación del ritual de entierro que merece su amigo. Por medio de estos
dos personajes, Guillermo Arriaga logra extinguir la frontera y la distancia
que separa a las dos culturas vecinas. La amistad es presentada como un
sentimiento tan fuerte que puede invertir el orden del mundo.
Reitero:
simbólico y no irrelevante es el hecho de que este filme se haya rodado y
producido en los Estados Unidos: con Los
tres entierros de Melquiades Estrada aquella frase que habla sobre ponernos
en los zapatos del otro cobra un sentido casi literal. Valdría la calificación
de la película como un western moderno (la sola imagen del alguacil Pete
Perkins a caballo es bastante indicativa de ello): las problemáticas de implementación
de justicia en el viejo (nuevo) oeste.
De
todos los trabajos cinematográficos de Guillermo Arriaga, este filme repite la
forma de “complicar” la historia al no contarla en un estricto orden
cronológico, aunque en mucha menor medida. No por disminuir el resto de sus
multipremiados trabajos —con Iñárritu, Jorge Hernández o cuando él mismo fungió
como director—, considero que en éste se presenta el trabajo más honesto y
coherente. No exagero cuando afirmo que Guillermo Arriaga es uno de los mejores
escritores mexicanos contemporáneos; su trabajo, más allá de la cinematografía,
se extiende a obras literarias que han sido traducidas a más de una decena de
idiomas, como es el caso de El escuadrón
Guillotina y El búfalo de la noche.
Sugiero una aproximación a la totalidad de su obra artística.
¡Que bonito abre la entrada! Nos hace falta que cada cultura se vea a sí misma en el cine. Eso es real... Saludos.
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