martes, 14 de agosto de 2012

Los tres entierros de Melquiades Estrada










No existen tantas cinematografías como culturas en el orbe, qué hermoso sería encontrar equivalencias entre el número de sociedades y el número de percepciones del mundo manifestadas a través de una película. Tristemente la realidad es otra: no todos tienen la oportunidad de expresarse por medio del séptimo arte, y quienes lo logran no siempre tienen la certeza de saber que su película llegará a ser vista.

Hablando de esta construcción de la mirada propia, es lógico pensar que cada cinematografía enaltezca —a veces de manera exagerada— las características  propias que se consideran positivas y en muchos casos se desechen las desfavorables. En menor medida existen las voces autocríticas que denuncian aquello equivocado de lo que también son parte; en Hollwood y en este último sentido, por ejemplo, tendría que hablarse de American Beauty (Sam Mendes, 1999), Gran Torino (Clint Eastwood, 2008) o Farenheit 9/11 (Michael Moore, 2008). Los tres entierros de Melquiades Estrada, película que ahora me convoca, es un caso atípico de autocrítica, tan anormal que, usando tecnicismos fílmicos, tendríamos que hablar de ella como un error de continuidad.


Los tres entierros de Melquiades Estrada es un filme mexicano-estadounidense en toda la extensión de la palabra: escrita por un mexicano (Guillermo Arriaga) y producida y dirigida en los Estados Unidos, trata el tema de la migración desde el punto de vista de quien tiene que abandonar la propia patria para ingresar a la extranjera. Victoria eterna anhelada por los mexicanos: un gringo “indocumentado” tendrá que atravesar la frontera desde el vecino país del norte hacia México —con todas las implicaciones que hacer el cruce de manera ilegal implica.

Un hecho desata toda la trama: la muerte de Melquiades. En la asignación de responsabilidades, su mejor amigo, Pete Perkins (Tommy Lee Jones, quien por cierto es el director de la película), intentará esclarecer las circunstancias de su fallecimiento y buscará que se le brinde un entierro adecuado —como si eso dignificara un poco la derrota que siempre es la muerte—; por otra parte, Mike Norton, culpable del deceso de Melquides, tendrá que resarcir en vida el daño cometido. Visto como si de un mapa cartesiano de coordenadas X y Y se tratara, el viaje que Pete realiza a México implica un descenso hacia la zona negativa —¿el infierno?— en donde conocerá cuál es el arduo camino para pasar de manera ilegal hacia otro país.

Lejos de la lectura crítica y simbólica sobre el tema de la migración, considero que el punto nodal de la trama se encuentra en la amistad entre el mexicano Melquiades y el estadounidense Pete Perkins. Este sentimiento tan fuerte es el detonante que orilla al americano a buscar el cumplimiento de la justicia y la dignificación del ritual de entierro que merece su amigo. Por medio de estos dos personajes, Guillermo Arriaga logra extinguir la frontera y la distancia que separa a las dos culturas vecinas. La amistad es presentada como un sentimiento tan fuerte que puede invertir el orden del mundo.


Reitero: simbólico y no irrelevante es el hecho de que este filme se haya rodado y producido en los Estados Unidos: con Los tres entierros de Melquiades Estrada aquella frase que habla sobre ponernos en los zapatos del otro cobra un sentido casi literal. Valdría la calificación de la película como un western moderno (la sola imagen del alguacil Pete Perkins a caballo es bastante indicativa de ello): las problemáticas de implementación de justicia en el viejo (nuevo) oeste.

De todos los trabajos cinematográficos de Guillermo Arriaga, este filme repite la forma de “complicar” la historia al no contarla en un estricto orden cronológico, aunque en mucha menor medida. No por disminuir el resto de sus multipremiados trabajos —con Iñárritu, Jorge Hernández o cuando él mismo fungió como director—, considero que en éste se presenta el trabajo más honesto y coherente. No exagero cuando afirmo que Guillermo Arriaga es uno de los mejores escritores mexicanos contemporáneos; su trabajo, más allá de la cinematografía, se extiende a obras literarias que han sido traducidas a más de una decena de idiomas, como es el caso de El escuadrón Guillotina y El búfalo de la noche. Sugiero una aproximación a la totalidad de su obra artística.



1 comentario:

  1. ¡Que bonito abre la entrada! Nos hace falta que cada cultura se vea a sí misma en el cine. Eso es real... Saludos.

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